Una vez encontrados los lugares, deberás cavar agujeros de unos 10 centímetros de profundidad y plantar las trufas blancas a una profundidad de entre 2 y 3 centímetros. Requiere un espacio sombrío, un terreno húmedo e impermeable, sin necesidad de mucha profundidad (30-40 centímetros de tierra son suficientes), que la lluvia abunde. La tierra de Froidfond, notable por su parque, su admirable palacio, alquerías, ríos, estanques y bosques, y cuyo valor ascendía a tres millones, fue puesta en venta por el joven marqués de Froidfond, que se vio obligado a realizar sus bienes. La tierra parecía una nube, pero el fuego no era un meteoro. Otros replicaban que el abate Cruchot era el hombre más insinuante del mundo y que, tratándose de una mujer contra un cura, la partida estaba igualada. Poniéndolos en la orilla, se alimentarán a expensas del gobierno, añadió volviéndose hacia Cruchot e imprimiendo al lobanillo de su nariz un movimiento que equivalía a la sonrisa más irónica.
?Por qué mi perro tiene la nariz fría y húmeda?
Enseñar a un perro a buscar trufas en un terreno delimitado es sencillo. En el caso de cachorros que todavía no han sido vacunados, siempre se recomienda no sacarlos a la calle hasta que las primeras y necesarias vacunas hayan sido proporcionadas, ya que están en un momento delicado y el contraer cualquier virus podría conllevar la muerte del perro. Es importante tener en cuenta que la trufa fresca debe estar madura para su consumo, por lo que es necesario tener experiencia para determinar el momento adecuado de recolección. Si yo hubiese podido salvar alguna cantidad, tenía perfecto derecho a entregarle una parte a cuenta de los bienes de su madre; pero los pagos de fin de mes agotaron todos mis recursos. Por parte de los Cruchot, el cura, que era el Talleyrand de la familia, ayudado de su hermano el notario, disputaba vivamente el terreno a la banquera, e intentaba conquistar a la rica heredera para su sobrino el presidente.
Cruzando un arroyo borboteante, subiendo una pendiente lodosa, a través de una maraña de arbustos espinosos y enredaderas, los perros cubrieron hectáreas de terreno. Los avaros tenían una especie de certidumbre de esto al ver los ojos de Grandet, a los que el oro parecía haber comunicado sus tonos amarillos. Napoleón no quería a los republicanos y reemplazó al señor Grandet, reputado de haber llevado el gorro frigio, por un gran propietario, un hombre cuyo apellido iba precedido de partícula, un futuro barón del Imperio. En primer lugar, los dos hermanos no se han visto tres veces en treinta años, y además, el señor Grandet de París tiene grandes pretensiones para su hijo, pues es alcalde de un distrito, diputado, coronel de la guardia nacional y juez del tribunal del comercio, reniega de los Grandet de Saumur, y pretende emparentar con una familia ducal, mediante el apoyo de Napoleón. Este acontecimiento tuvo lugar en 1806, época en que el señor Grandet frisaba en los cincuenta y siete años, su mujer en los treinta y seis y su hija única, fruto de sus legítimos amores, en los diez. Desde la Revolución, época en que se atrajo las miradas de todo el mundo, Grandet tartamudeaba de una manera fatigante tan pronto como tenía que hablar mucho tiempo o sostener una discusión.
También puedes experimentar con el consumo de las setas mágicas tomándolas de una manera diferente cada vez. A principios del año 1811, los cruchotistas obtuvieron una señalada ventaja información sobre trufas los grassinistas. Sus guantes, tan gruesos como los de los gendarmes, le duraban año y medio, y, para conservarlos limpios, los colocaba siempre con gesto metódico sobre el ala de su sombrero. Sin embargo, a pesar de la dulzura de su voz y de su actitud circunspecta, el lenguaje y costumbres del tonelero se notaban sobre todo en su casa, donde se comprimía menos que en ninguna otra parte. Deja que tu mano o la parte afectada se seque naturalmente, con el bicarbonato de sodio aún en él. Si le hablaban, escuchaba fríamente apoyando la barba en la mano derecha y el codo en la palma de la izquierda, y, una vez que formaba una opinión, nadie le sacaba de ella.