En ocasiones, trufa de categoría extra con forma regular o trufas partidas clasificadas como trozos, mayor a 20 gramos. El motivo de la pena de éstos era que nos les había concedido Dios hijo alguno, y cada vez que la reina Serafina pasaba por delante de una cabaña y veía a la puerta jugar muchos niños descalzos, risueños y frescos, se le saltaban de envidia unos lagrimones como puños. Cuando desapareció en el umbral de la puerta el último faldón de frac bordado y el último uniforme, el rey Bonoso y la reina Serafina se dieron un abrazo para desahogar el júbilo, que no les cabía en el pellejo. Pero como no hay felicidad perfecta en este pícaro mundo, el rey Bonoso y la reina Serafina estaban de cuando en cuando tristes y perro de caza de trufas mal humor, y entonces el rey se ponía también compungido para acompañar en sus pesares a los buenos reyes. Así es que los habitantes de Colmania se morían porque a la reina Serafina le naciese un príncipe; y como a este príncipe le querían tanto aun antes que existiese, hablaban de él cual de una persona real y efectiva, y le pusieron el nombre de Príncipe Amado.
No aconsejo a los lectores, si estudian Geografía, que se molesten en buscar en mapa ni en atlas alguno este reino y este continente, porque hace tantos siglos que ocurrió lo que voy contando que, o mudarían de nombre aquellas regiones, o se las tragaría el mar, como aseguran que sucedió con otra muy grande que nombran Atlántida. Las obras de este gran filósofo son de tal calidad, que si la comedia no pudiera abrigar los mayores propósitos y no ofreciera espacio y holgura a la inteligencia predominante, habríamos en justicia de inventar un nombre extraordinario que las calificase y abrazase. Dejémoslas, y vayamos a la alcoba de la reina Serafina, en donde se halla la cuna de marfil, incrustada en esmeraldas, del pequeño Amado (porque por unanimidad se dio al recién nacido este nombre). Este virus se transmite por contacto directo. Quitó la razón a los dos bandos, como era debido; pero esto los envenenó más; desterró al arzobispo, desterró al Parlamento; pero un amo no debe despedir a sus criados sin estar seguro de encontrar otros para reemplazarlos; la corte acabó por verse obligada a ordenar la vuelta del Parlamento; porque una sala llamada real, compuesta de consejeros de Estado y relatores del consejo, erigida para fallar los pleitos, no encontró clientela.
Tomó la ampolleta comparando la factura de Viodal y la de otros pintores impresionistas, luministas, borronistas y puntillistas, a los cuales puso como hoja de perejil. Estaban así abrazados y llorando como unos bobos, cuando he aquí que de pronto se les presenta el hada del Deseo cumplido. Todo París se dividió en bandos; las faccioncillas jansenista y molinista no se privaron de entrar en liza; el rey decidió traDigisy by tarlas como se hace a veces con los que se pegan en la calle; se les echa cubos de agua para separarlos. Las enseñanzas que contiene esta segunda parte del libro, que es la más larga, no pertenecen ya al doctrinal caballeresco, sino que constituyen una pequeña enciclopedia, en que sucesivamente se trata de Dios, de los ángeles, del Paraíso y el Infierno, de los cielos, de los elementos, de los planetas, del hombre, de las bestias, aves y pescados, de las yerbas, árboles, piedras y metales, de la mar y la tierra.
El tonto sólo ve como posible aquello que lo es. Pero desde que se le ha ocurrido traducir unos pasajes de Séneca, de Lucrecio y de Cicerón, le miran como a un monstruo. Ya habían aparecido siete volúmenes; traducíanlos al italiano, al inglés, al alemán, al holandés; podía considerarse semejante tesoro, abierto por los franceses a todas las naciones, como lo que entonces nos honraba más; de tal modo los artículos excelentes del Diccionario enciclopédico compensaban los malos, que son, sin embargo, harto numerosos. Me las pagarás. -dijo ella entre dientes. Cuando estaba en lo mejor del sueño sintió que la tocaban en un hombro, alzó la vista y vio ante sí una dama muy linda, vestida con un traje de color extraño, que no era blanco ni azul, sino una mezcla de las dos cosas, algo parecida al matiz especial que tiene la luz de la luna. En la mano derecha llevaba una varita de plata, y la reina, que no era lerda, conoció por la varita que era un hada o maga benéfica aquella señora. El desdichado comenzó a acusar a siete miembros del Parlamento; no había más que dejar subsistir la acusación y ejecutar al criminal; de esta suerte, el rey hacía al Parlamento odioso para siempre, y adquiría sobre él un predominio tan duradero como la monarquía.