El suelo y el clima son idóneos para las trufas negras, al igual que la demanda de los restaurantes de la granja a la mesa de San Francisco y la zona de la bahía. Encima de esta mesa había un barómetro oval con marco de madera negra, provisto de adornos dorados, donde las moscas habían retozado tan silenciosamente, que el dorado era ya un problema. Entre la trufa y las raíces del árbol simbionte existe una masa de filamentos microscópicos(hifas y micelio del hongo) que sirven de enlace entre ambos organismos. Nueve perros tenía el rey que se alimentaban de su mesa, y degollando á dos, echólos igualmente en la pira. 161 Al oirlo, el rey de hombres Agamenón despidió la gente para que volviera á las naves bien proporcionadas; y los que cuidaban del funeral amontonaron leña, levantaron una pira de cien pies por lado, y, con el corazón afligido, pusieron en ella el cuerpo de Patroclo.
Levantóse mucho antes que nadie el rey de hombres Eumelo, hijo amado de Admeto, que descollaba en el arte de guiar el carro. Los gigantes labran con mucha holgura esas piezas con que los dioses atan contra las rocas del Cáucaso a los insolentes; los hombres comunes no alcanzan sino lo que dice con lo exiguo de sus fuerzas y su infeliz habilidad. El vinagre se envejece en barrica y se madura con trufas de primera calidad, las trufas negras melanosporum frescas son un lujo para los sentidos. Estos premios que en medio he colocado, son para los aurigas. Primeramente, apagad con negro vino cuanto de la pira alcanzó la violencia del fuego; recojamos después los huesos de Patroclo Menetíada, distinguiéndolos bien-fácil será reconocerlos, porque el cadáver estaba en medio de la pira y en los extremos se quemaron confundidos hombres y caballos,-y pongámolos en una urna de oro, cubiertos por doble capa de grasa, donde se guarden hasta que yo descienda al Orco. La diosa Venus, hija de Júpiter, los apartó día y noche, y ungió el cadáver con un divino aceite rosado para que Aquiles no lo lacerase al arrastrarlo.
Desde que empecé con el blog hace 7 años, he ido compartiendo con vosotros pequeñas historias divertidas que me pasan en mi día a día. En caso de que se prolongue esa sequedad durante más de un día ya debemos comenzar a preocuparnos porque puede haber otras causas que sean más preocupantes. El pueblo se hallaba dividido en dos bandos que aplaudían sucesivamente á cada litigante; los heraldos aquietaban á la muchedumbre, y los ancianos, sentados sobre pulimentadas piedras en sagrado círculo, tenían en las manos los cetros de los heraldos, de voz potente, y levantándose uno tras otro publicaban el juicio que habían formado. Las piedras eran labradas i de la roca denominada diorita, la mas abundante en la isla i de la misma naturaleza que la de los farellones de Caicura. La veloz Iris oyó las súplicas, y fué á avisar á los vientos, que estaban reunidos celebrando un banquete en la morada del impetuoso Céfiro.
Entonces el divino Aquiles, el de los pies ligeros, tuvo otra idea: apartóse de la pira, oró á los vientos Bóreas y Céfiro y votó ofrecerles solemnes sacrificios; y haciéndoles repetidas libaciones con una copa de oro, les rogó que acudieran para que la leña ardiese bien y los cadáveres fueran consumidos prestamente por el fuego. 249 Así dijo, y ellos obedecieron al Pelida, de pies ligeros. Delante de la pira mataron y desollaron muchas pingües ovejas y bueyes de tornátiles pies y curvas astas; y el magnánimo Aquiles tomó la grasa de aquéllas y de éstos, cubrió con la misma el cadáver de pies á cabeza, y hacinó alrededor los cuerpos desollados. Aquiles detuvo al pueblo y le hizo sentar, formando un gran circo; y al momento sacó de las naves, para premio de los que vencieren en los juegos, calderas, trípodes, caballos, mulos, bueyes de robusta cabeza, mujeres de hermosa cintura, y luciente hierro. 262 Empezó por exponer los premios destinados á los veloces aurigas: el que primero llegara, se llevaría una mujer diestra en primorosas labores y un trípode con asas, de veintidós medidas; para el segundo ofreció una yegua de seis años, indómita, que llevaba en su vientre un feto de mulo; para el tercero, una hermosa caldera no puesta al fuego y luciente aún, cuya capacidad era de cuatro medidas; para el cuarto, dos talentos de oro; y para el quinto, un vaso con dos asas que la llama no tocara todavía.